martes, 13 de diciembre de 2011

Reestructurando lo desconocido en términos de lo conocido.

Como nos es imposible definir una cosa "no conocida" por medio de otra igualmente desconocida, cuando nos RELACIONAMOS con "algo desconocido" solo podemos "comprenderlo" o CONVERTIRLO en "conocimiento" cuando lo REESTRUCTURAMOS en función de los "tres primeros hechos" evidentes que constituyen "nuestra propia realidad" ("(1) nuestra propia existencia individual", (2) la existencia de un "mundo externo" a nosotros y (3) la existencia de "ciertas reacciones" que se generan en "nuestro interior" cuando entramos en "contacto" con dicho mundo). De tal forma que "lo desconocido" puede convertirse en "conocimiento" si es probado y definido en relación a estos "tres hechos" evidentes. Por ello, siempre veremos "objetos" inestables e imprecisos definidos por otros objetos "mas" inestables e imprecisos (hasta llegar al espacio y el tiempo).


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El idealismo de Kant reconoce la existencia de un mundo de causas fuera de nosotros, pero afirma que no podemos percibir este mundo a través de la percepción de los sentidos, y que, en general, todo lo que vemos es nuestra propia creación, el "producto del sujeto perceptor".

Así, de acuerdo con Kant, todo lo que hallamos en los objetos es puesto dentro de ellos por nosotros. No sabemos a qué se parece el mundo independientemente de nosotros. Además, nuestra concep­ción de las cosas nada tiene en común con las cosas como son en sí mismas, aparte de nosotros. Y, lo que es más importante de todo, nuestra ignorancia de las cosas en sí mismas no se debe a nuestro conocimiento insuficiente sino al hecho de que somos totalmente incapaces de tener un conocimiento correcto del mundo por medio de la percepción de los sentidos. Para expresarlo de modo diferente, es incorrecto decir que aún sabemos poco pero que luego sabremos más y, al final, llegaremos a una comprensión correcta del mundo; es incorrecto porque nuestro conocimiento experimental no es una brumosa representación del mundo real; es una representación muy vivida de un mundo enteramente irreal, que surge alrededor de nosotros en el momento de nuestro contacto con el mundo de las causas verdaderas, que no podemos alcanzar porque hemos perdi­do nuestro camino en el mundo "material" irreal.


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En oposición a Kant, los "positivistas" están convencidos de que "un conocimiento más claro de los fenómenos los pone al corriente de las cosas en si mismas". Suponen que, considerando los fenómenos físicos como movimientos del éter, o de electrones, o como influencias eléctricas o magnéticas, y calculando estos movimientos, se familiarizan con la esencia misma de las cosas, o sea, con las causas de todos los fenómenos. Creen exactamente en la posibilidad de lo que Kant negaba, a saber, en la comprensión de la esencia verdadera de las cosas a través del estudio de los fenómenos. Además, muchos físicos ni siquiera consideran necesario conocer a Kant, y serían incapaces de definir con exacti­tud en qué relación están con respecto a él. Empero, uno tal vez no conozca a Kant pero no puede ignorarlo. Toda descripción de un fenómeno físico, por su palabra misma, se refiere de uno u otro modo al problema suscitado por Kant y está en una u otra relación con aquél.

Hablando en general, la posición de la "ciencia" con respecto a la cuestión de los límites de lo impuesto subjetivamente o lo perci­bido objetivamente es más que precaria, y a fin de sacar sus conclusiones, la "ciencia" está obligada a aceptar muchísimas proposiciones puramente hipotéticas como datos conocidos e incuestionables, que no exigen prueba.

Además, los físicos pasan por alto una consideración intere­santísima adelantada por Mach en su libro Contributions to the Analysis of the Sensacions:
En la investigación de los procesos puramente físicos emplea­mos, por lo general, conceptos de carácter tan abstracto que, por regla general, pensamos sólo superficialmente, o no pensamos para nada, en las sensaciones que yacen en su base... [En la base casi interminable de simples observaciones sensorias (sensaciones), particularmente si tomamos en consideración las observaciones que aseguran el ajuste del aparato, que puede ha­berse cumplido en parte mucho antes del experimento real.] Ahora bien, es fácil que esto le ocurra al físico que no estudie la psicología de sus operaciones, que (para invertir un refrán bien conocido) no vea los árboles por el bosque, que pase por alto los elementos sensorios en la base de su trabajo... El análisis psi­cológico nos enseñó que esto no es sorprendente, puesto que el físico se ocupa de las sensaciones en todo su trabajo.

Aquí, Mach llama la atención sobre un aspecto importantísimo de la cognición. Los físicos no consideran necesario saber psico­logía ni tomar en cuenta sus conclusiones.

Pero cuando están más o menos familiarizados con la psico­logía, con la parte de ésta que se ocupa de las formas de la percep­ción, y cuando la toman en cuenta, da por resultado en ellos una muy fantástica división de opiniones como en un hombre de creen­cias ortodoxas que tratase de reconciliar el dogma de la fe con los argumentos de la razón.

O incluso puede ser peor. Muy en lo profundo, un físico puede sentir la real carencia de valor de todas estas teorías científicas nuevas y viejas, pero tiene miedo de que lo dejen colgando en el aire con nada, salvo una negación. No tiene un sistema que ocupe el lu­gar de aquél cuya falsedad él ya siente; tiene miedo de dar un salto en el vacío. Y, careciendo de valentía para admitir abiertamente que no cree más en nada, continúa usando todas estas teorías contradictorias, como algún uniforme oficial, por la sola razón de que este uniforme está conectado con derechos y privilegios, tanto internos como externos consistentes en cierta seguridad en él mismo y el mundo circundante a los que no tiene la fuerza ni la valentía para renunciar. Un "positivista incrédulo" es la trágica figura de los tiempos modernos, similar al "ateo" o al "sacerdote incrédulo" de los tiempos de Voltaire. El mismo temor de un vacío da pábulo a todas las teorías dualistas que aceptan "espíritu" y "materia" como principios diferentes, coexistentes pero indepen­dientes uno del otro.

En conjunto el actual estado de nuestra "ciencia" sería de gran interés para un observador imparcial. En todos los dominios del conocimiento científico hay una gran acumulación de hechos que rompen la armonía de los sistemas aceptados. Y estos sistemas pueden existir solamente a través de los esfuerzos heroicos de científicos que se empeñan en cerrar sus ojos a la larga serie de he­chos nuevos que amenazan con sumirlo todo en un torrente irresis­tible. Empero, si se reunieran estos hechos, destructivos para los sistemas, es probable que su número en cada dominio resultaría mayor que el número de hechos sobre los que se fundan los siste­mas. La sistematización de lo que no conocernos puede proporcio­nar más para el conocimiento correcto del mundo y de nosotros mismos que la sistematización de lo que, según la opinión de la "ciencia exacta", conocemos.

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